domingo, 10 de mayo de 2009

Ella quiere venganza por Moisés R. Rios.

*Una historia que nació con la esperanza de ser un comic viendose completado este único capítulo, en el guión son cuatro los episodios, aún dos por concluir, que espero pronto poder finalizar.

Caítulo Uno

Esa mañana se levantó inusualmente temprano, eran apenas las siete y media de la mañana y ya estaba sentado sobre su cama. Indeciso sobre si fumar o no un cigarrillo, la noche anterior se había terminado el solo 3 cajetillas y el ardor en su garganta era insoportable, al igual que la resaca que el tabaco le ocasionó.
Una vez un amigo suyo le contó que el tabaco provocaba resaca, al igual que el alcohol, el no lo creyó hasta que se hizo adicto a la nicotina, después de fumar varias cajetillas en un corto tiempo empiezas a marearte y sientes ganas de devolver.

Eso es lo que le pasaba esa calurosa mañana, acompañado de un jodido dolor de espalda ocasionado por la mala calidad de su cama. Todos esos detalles lo llegaron a molestar por un momento, hasta que recordó lo que tenia planeado para ese día. Un itinerario muy poco usual para el, pero muy necesario si quería acallar la voz que le hablaba mientras dormía. Era la voz de una mujer joven pidiéndole venganza.
-mátalos, a todos ellos- podía escuchar en sus sueños.
Antes de soñar con esa voz el solía recordar a su madre durante las noches, siempre estaba ansioso de poder soñar nuevamente con su madre, de recordar esos pocos momentos que vivió con ella, pero que sin embargo fueron los más felices de su vida.
Fue durante su niñez, el debió a ver tenido mas o menos 7 años cuando ocurrió, cuando llegó esa persona y levantó un arma enfrente de la cabeza de su madre, repitiendo mil y un maldiciones en contra de la mujer que abrazaba contra su pecho la cara del pequeño que lloraba sin saber porque. A esa edad uno no es conciente de muchas cosas pero por alguna extraña razón sabemos cuando las cosas van mal.
Ese día tenía el mismo presentimiento, el mismo que sintió el día en que su madre fue asesinada por un imbécil sin escrúpulos. El presentimiento de que algo grande pasaría ese día, algo que se le escapaba de las manos. Pero no, no podía ser así, el tenia todo preparado, había hecho las llamadas necesarias a las personas correctas, muchas de esas personas no querían verse envueltas en ese asunto, pero terminaron cediendo, le guardaban mucho respeto a la persona que ahora miraba el arma sobre el buró, no sabia realmente que miraba, si los cigarrillos o el arma.
Se decidió por fin, tomo un cigarrillo y se lo llevo a la boca, por un momento le pareció delicioso el sabor del humo y el alquitrán quemándose dentro de su boca y pulmones. A los cinco segundo tosió fuertemente y se tiro al piso a llorar, lloro como no lo había hecho desde que escuchase por primera vez el sonido de un cañón, inmediatamente un suspiro ahogado y profundo, luego un calor húmedo sobre su cuerpo, sangre y el cadáver de su madre que había muerto con los ojos abiertos, con una mirada que aparentaba vida. Lloró como cuando trató de animar el cadáver de su madre, sin saber realmente que pasaba, veía sangre, mucha sangre, nunca había visto tanta, solo pequeñas gotas provenientes de una herida provocada por una caída al jugar. Pero nunca había visto tanta sangre junta, y el olor proveniente de ella, un olor indescriptible, un olor a muerte.
Lloró al pensar en su madre, lloró al recordar el dolor que ese patán de su padre le había ocasionado. Siempre le pegaba, era usual, pero ese día se había excedido, cruzo la línea, se había vuelto un asesino, no cualquier criminal, sino un asesino en toda la extensión de la palabra. Después de ese día nunca volvió a ver a su padre, el espera que aún viva para poder arrebatarle la vida el mismo, como el cabrón había hecho con su madre.
Pero ese era otro asunto, doloroso asunto, pero que por ahora no debía perturbar su mente, tenia otro planes, si, otros planes. Llevaba meses indagando, buscando pistas, algo, cualquier cosa que le ayudara. Pero siempre sin ningún resultado.
Estuvo buscando en cada maldito agujero de la ciudad y nunca lograba dar con el. No le sorprendían mucho los resultados obtenidos ya que los datos con los que contaba eran pocos. Una larga cabellera y unos ojos azules, los ojos más jodídamente azules que existen en el enfermo mundo donde le había tocado vivir.
Eso era lo único que recordaba de ese tipo, sus malditos ojos inexpresivos, calmados, como de muerto, como si dentro de ese cuerpo no existiera alma alguna, como si fuera el mismísimo demonio disfrazado de humano. Así eran los ojos de ese desgraciado, el maldito que le había quitado su última oportunidad de escapar hacia un lugar mejor, la oportunidad de cambiar su suerte de una buena vez.
Los ojos azules parecían escasear en esa ciudad, por lo que pensó que no seria difícil dar con el paradero del individuo portador de esos ojos. No tenia nada, una huella, una pista, nada, absolutamente nada.
Cerró los ojos cansadamente y pudo ver en su mente la sonrisa del desgraciado que buscaba. Esa vez no pudo reconocer su cara, fue por el miedo o por el dolor, quien sabe porque rayos fue, pero se castiga a si mismo por ser tan débil aquella noche.
Vuelve a recobrar la calma y se levanta de su sitio dando unos pasos hacia el closet de donde saca unos zapatos deportivos. Esa misma noche antes de acostarse estuvo pensando sobre que calzado usar, no podía usar los zapatos que siempre portaba, ¿Qué tal si la situación se ponía fea y tenia que correr? –La situación se pondrá fea-pensó.
Se puso los tenis rojos y se dirigió a la puerta, como si alguien lo llamara, como si la misma muerte, de la mano lo llevara. Como si tuviera prisa de reunirse con su amada. Escuchó la música desde una ventana, era un corrido que hablaba sobre un hombre al que le habían arrebatado a su mujer justamente el día de su boda y frente a la iglesia.

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