jueves, 4 de septiembre de 2008

Karma (primer capítulo)

I

     Lo mandaron a matar y lo dejaron con vida, sin saber que todavía respira. Había abandonado su oficina, la misma que no pisaba hace tres meses y medio.
Al salir de las oficinas del periódico local volvió a revisar la caja de cartón donde guardaba sus pertenencias, esa escena le parecía un cliché. Sentía que la había escrito miles de veces, en guiones para cine, para televisión, para revistas, lo había intentado en todos lados, siempre con negativas.
Pero todo había cambiado desde hace cuatro meses, aquella historia en la que había estado trabajando durante casi dos años seguidos, a la cual le había dedicado toda su tiempo y esfuerzo, ese proyecto que le había costado su matrimonio.
Su mujer no soportó el abandono, como ninguna mujer lo tolera, luchó por el, trató de acercarse a su marido, pero Nicolás siempre tuvo la odiosa idea de trascendencia, odiosa a los ojos de su mujer.
Pero en fin, desde hace cuatro meses que su vida había tomado un curso diferente, un editor en esa vieja ciudad se había notado sorprendido por un borrador que se encontraba en su oficina. “descripción detallada de los sucesos que cambiaron para siempre mi vida”, se llamaba el libro firmado por un tal Nicolás Vélez.


Un escritor que se ganaba la vida escribiendo para un periódico local especializado en las llamadas notas rojas. Nombre que por cierto le causaba una cierta sensación de menosprecio a los ojos de las “vacas sagradas” del periodismo. Sabía que no lograría trascender en una publicación de ese estilo, aunque el conocía lo difícil que es escribir sobre las sangrientas y en ocasiones repugnantes escenas que le tocaba reportear.
En una ocasión fue enviado a cubrir una sencilla nota, mujer ahorcada, nada del otro mundo, llegó casi a la par que las autoridades correspondientes, el periódico tenia contactos en el departamento de policía, así que en cuanto se supo de la noticia fue a dar a los oídos de los encargados de la publicación. No esperaba encontrar nada inusual, bueno, a lo mejor algo de sangre, dependiendo del instrumento que el asesino hubiera usado para lograr su propósito. Ya sea un delgado cable o hilo muy resistente, el cual probablemente la hubiera no solo ahorcado sino cortado del cuello, lo cual hubiera causado un baño de sangre que probablemente cubriría las paredes del lugar, claro, tomando en cuenta que la mujer hubiera puesto resistencia.
Nada de eso, la mujer se encontraba sentada sobre un sillón, no había sido movida por nadie, la vecina que descubrió el cadáver solo le bastó observarlo para salir corriendo del lugar a dar parte a las autoridades. Los oficiales entraron, Nicolás se las ingenió para entrar con ellos, parecía algo de rutina hasta que de una de las puertas (la cual daba al baño del cuarto) salio un hombre severamente demacrado del rostro, parecía no haber dormido durante semanas, lo cual probablemente había terminado por acabar con sus nervios, saltó sobre uno de los oficiales atacándolo con sus propios dientes directamente al cuello, el oficial no pudo reaccionar y en un instante se encontraba con una herida en el cuello de la cual le brotaba un gran cúmulo de sangre espesa. Otro de los oficiales terminó por dar un tiro directamente al rostro del desorientado atacante.
Al continuar con la investigación se supo que el hombre era el marido de la mujer ahorcada, el hombre padecía de esquizofrenia, llego a confundir a su mujer, no la reconoció. Luego se supo que ella descansaba en ese sillón cuando el hombre, totalmente despistado por su enfermedad, la atacó con un mazo de obrero directamente a la cabeza, de milagro no le abrió el cráneo, pero el impacto fue tal que la dejó instantáneamente inconciente. Así como estaba, el hombre arrancó un trozo de tela del vestido de su mujer, el cual usó para matarla. En lo que cabe, fue una muerte de lo mejor, estaba inconciente cuando murió, probablemente no sufrió nada.
Escenas como esa eran el pan de cada día en su trabajo, no era que le desagradara, pero sentía que no iba hacia ningún lado.
Pero como desfrutaba ahora, se reía de sus compañeros de profesión, los cuales le aconsejaban que dejara ese empleo de mierda, que no lo llevaría a ningún lado.
Hasta que tuvo esa idea, un día mientras revisaba viejos apuntes y notas que habían sido rechazadas por su jefe de redacción. Se dio cuenta del inmenso material que tenia en su poder, solo era cuestión de acomodar las historias de asesinatos, violaciones, robos, mutilaciones y demás tragedias de las que había sido testigo.
Claro, solo tenía que ensamblar las piezas, no forzarlas, dejar que ellas mismas encontraran su tiempo y lugar correctos. El era uno de esos escritores que gustan de las palabras, buscan lo poético en la narración, por mas desabrida que pueda ser una escena, sabiendo usar las palabras correctas, lograras que el lector se emocione.
Eso lo sabía, sabía que acomodar las historias no sería difícil, así que decidió hacerlo. Tardó dos años en completar el trabajo, lo consideró mucho tiempo, y es que realmente el tiempo dedicado a ese proyecto era poco, el trabajo en el periódico cada día era más demandante.
Su obstinada fijación por su trabajo lo distanció de su mujer, Leonor, quien había conocido a su marido cuando estudiaban dos licenciaturas completamente distintas, Nicolás Periodismo, ella Ingeniería en Sistemas.
Leonor hacia chistes de ingenieros, el contaba bromas de periodistas, cada quien en su propio idioma. El código que aprendes en la universidad, de tus maestros, ese mismo código que te hace ver arrogante a los ojos de las demás personas. Esas personas que te ven con desden y un aire de celo, que te odian por las palabras que adornan siempre tus comentarios.
Se habían casado al terminar sus estudios, ella nunca ejerció y al paso del tiempo su conocimiento paso a ser nulo, el avance de la tecnología le había ganado la carrera, si se lo propusiera seria muy difícil que retomara su profesión a esas alturas del partido.
Nunca tuvieron hijos aunque lo deseaban, ninguno de los dos se atrevió a averiguar de quien era el problema. Como sea, tenían un gato, era un gato viejo y odioso, en realidad Nicolás lo detestaba, siempre dejaba pelos en el sofá y se portaba agresivo con el. Fue feliz cuando el minino fue atropellado por un motociclista que llevaba una orden de pizza hawaiana precisamente a la casa de los dueños del desdichado gato.
Su matrimonio se veía convertido en una suerte de rutina, que a el le gustaba mucho, pero que a Leonor le sofocaba como unas fuertes amarras alrededor de su cuello. Cuando Nicolás decidió encerrarse en su estudio para afinar los detalles de lo que el esperaba seria su primer gran éxito, ella no pudo sino escapar de casa, rentar un cuarto en un hotel de quinta y telefonear a casa de su madre para pedirle ayuda.
Ahora, con las puertas del éxito profesional abiertas de par en par, Nicolás sintió tristeza por el abandono de su mujer, aunque rápidamente idealizó lo que en un futuro le aguardaba y de sus labios soltó un ¡al diablo con ella! Y se dirigió hacia su coche.
Aun no quitaba el seguro de la puertezuela cuando dos sujeto lo tomaron por la espalda y lo introdujeron dentro de un automóvil oscuro sin placas. Todo se volvió lento en ese momento, un fuerte dolor atacó a su cabeza, sintió un mareo y unas inmensas ganas de vomitar. Trató en vano de reconocer a alguno de los tipos que estaban en el automóvil, eran tres, el conductor y los dos que lo habían interceptado en la calle.
Uno de ellos lo miró mientras le colocaba una venda en los ojos y otra en la boca, lo último que escucho antes de sentir un fuerte golpe en la cabeza fue: No es nada personal, me gusta leer el periódico donde escribe.
Continuará...

2 comentarios:

Belena Flores dijo...

Por eso yo jamás ejerceré como reportera.

*Corte a Blna siguiendo a un bigshit para que le de la nota.

No, ya... jamás me ha gustado reportear, creo que es un trabajo muy jodido y muy poco remunerado (además de peligroso).
Sólo pocos se destacan, pero si nos fijamos bien no es exactamente por sus "talentos".
Nononononononononononononon. yo odio todo eso y ya ni sé de que estoy hablando.

Pero tu historia me gusta... y ya se lo que sigue en el capitulo do-ohs... y uds. no-oh!

Kefka Kafka dijo...

Hay que tener estomago para ese bisnes de la grafica policiaca.

Me gusta la sangre, pero no la real.

Sinceramente, no se como le hace el foto reportero del alarma para dormir por las noches...